martes, 27 de septiembre de 2011

Nada.

Y de un despertar sin noche, de un nosotros sin un contigo. Y tú me abrazas con un gesto de aprecio y de desprecio, ya no sabes lo que sientes, que al fin y al cabo es lo que has sentido siempre. Nada. Eso es lo que sientes, eso es lo que me abraza. Nada me abraza con todo.
Con toda su incertidumbre en todo su esplendor. No es fácil abrazar con nada, pero es más fácil de lo que parece.  Es un gesto, abrazo es sólo un gesto. Si me quisieras no me abrazarías. Pero otra vez nada me abraza, muchas veces, me abraza nada.
Nada llena mi copa de vino, y sabe amargo. Como tus lágrimas en el vacío. Nada es salado y dulce, amargo y ácido. Nada es todo lo que  quiere ser. Ser no es nada, nada es serlo todo.  Mientras tus labios me susurran palabras de amor al oído. Pero yo no oigo nada, solo las palabras teñidas de azul, de verde y de violeta.
Deja que mi pelo baile al compás del sol de medianoche, mientras tú no dices nada y yo lo digo todo. Nada se respira en este aire amarillento, sin embargo todo lo respiro. Nadie me sostiene y yo canto, y muevo la cabeza violentamente al ritmo de ninguna melodía. Y dices que estoy loca, loca por no sentir nada. Quizás no siento nada porque siento muchas cosas.